El papel de la neuropsicología en la educación
La neuropsicología general estudia la relación entre el cerebro y el comportamiento. Pero, en el estudio de los niños, hay que tener en cuenta que el objeto de estudio no es un cerebro maduro, sino un cerebro en desarrollo. La característica principal de este cerebro en desarrollo es la gran neuroplasticidad con la que cuenta. La neuroplasticidad o plasticidad cerebral es la capacidad del cerebro para adaptarse y cambiar como resultado de la conducta y la experiencia.
Del estudio del cerebro en desarrollo y su relación con el comportamiento se encarga la neuropsicología de la educación.
Debido a esto, el proceso de enseñanza y aprendizaje tendrá una gran repercusión en su desarrollo, siendo especialmente relevante a la hora de diseñar estrategias educativas el tener en cuenta las posibilidades con las que cuenta el niño o la niña según su maduración cerebral.
Utilidad de la neuropsicología en la educación
La neuropsicología infantil se encarga de aportar un conocimiento más profundo acerca de cómo un niño o niña aprende y maneja la información. Además, estudia qué estrategias pueden llegar a ser más efectivas a la hora de abordar las posibles necesidades específicas del alumno.
El cerebro y las funciones cerebrales tienen una fuerte implicación en los procesos de aprendizaje durante la etapa escolar.
Las experiencias de aprendizaje cambian, la forman en la que percibimos, actuamos, pensamos y planificamos. El cerebro se transforma por medio de la adquisición de nuevas experiencias, produciendo cambios tanto en su estructura como en su funcionamiento.
Ambientes enriquecedores favorecerán las funciones cognitivas. Aquí radica la fuerza de la neuropsicología de la educación. Todo aprendizaje modificará nuestro cerebro.
La intervención educativa ha de ser intencional e íntimamente relacionada con todas las áreas corticales en constante asociación. La actuación sobre el cerebro ha de ser global; hay que actuar sobre ambos hemisferios porque, si no, no se conseguirá que los alumnos aprendan correctamente. Como sabemos, la parte izquierda del cerebro es la analítica y la derecha es la intuitiva.
Sin embargo, debemos tener en cuenta que la maduración del cerebro es desigual y compleja: de nada sirve enseñar los colores a un niño que todavía tiene visión en blanco y negro. Una buena intervención neuropsicológica requiere de la suficiente madurez de todos los sistemas que perciben, integran, relacionan y analizan la información.
Períodos críticos de aprendizaje
Para conocer el proceso mental de aprender, debemos saber cuáles son las claves del aprendizaje. Una de las más importantes es la neuroplasticidad. La plasticidad cerebral nos enseña que hay periodos especialmente adecuados para determinados aprendizajes.
Un buen ejemplo de ello es la adquisición de lenguas. La neurociencia nos dice que los periodos más adecuados para el desarrollo del lenguaje son los 6 o 7 años primeros de vida. La primera lengua se adquiere hasta los 3 o 4 años.
El cerebro se desarrolla a distintos ritmos y unas partes del cerebro lo hacen antes que otras. Esto es crucial a la hora de identificar el momento adecuado para realizar unos aprendizajes u otros porque el cerebro también está especializado. Esto no quiere decir que las partes del cerebro no estén relacionadas. Hay un orden jerárquico en esa evolución cortical. Por ejemplo, las partes del cerebro que maduran antes son las sensomotoras. Las que se maduran con posterioridad son las asociativas.
Un estudio realizado por científicos del Center for Neural Science (NYU) revela la importancia de las experiencias de aprendizaje durante los primeros 2-4 años de vida.
Habilidades básicas
Distinguimos cuatro de estas habilidades neuropsicológicas consideradas fundamentales para el correcto desarrollo cognitivo y estudiantil del niño: los procesos neuromomotores, la capacidad visual, la capacidad auditiva y la lateralidad corporal. Desde el punto de vista de la neuropsicología del aprendizaje no solo deben evaluarse estas competencias por separado, sino que las cuatro han de integrarse de forma que cree un sistema global coordinado que permita la adecuada orientación espacial, capacidad de comunicación oral, así como la correcta codificación de símbolos escritos. Así pues, procedemos a detallar estas destrezas:
- Procesos neuromotores: nos referimos a la capacidad motriz general de los niños. Durante su desarrollo motor, los más pequeños van adquiriendo más habilidades de movimiento, nuevos rangos de desplazamiento y acciones motrices más precisas
- Lateralidad: es cómo se distribuyen los actos del día a día entre los hemisferios izquierdo y derecho del cerebro y su consiguiente especialización. Es por esta lateralidad que a la mayoría de nosotros se nos puede clasificar en zurdos o diestros, puesto que una parte de nuestro cuerpo es más operativa y dominante que su contraria
- Funcionalidad visual: en la funcionalidad visual correcta para la neuropsicología del aprendizaje incluimos todos los movimientos oculares que posibilitan una lectura fluida
- Funcionalidad auditiva: la capacidad de escuchar y procesar el habla y los sonidos del entorno es crucial para el desarrollo de habilidades lingüísticas y cognitivas, como la lectura, la escritura, la comprensión del lenguaje y la memoria verbal
Factores influyentes en la neuropsicología
Diferentes estudios e investigaciones del sistema educativo, muestran que más del 50% de las dificultades de aprendizaje que se encuentran en las aulas son debidas a:
- Alteraciones de tipo neurofuncional: dislexia, TDAH, TEA...
- Trastornos de la percepción: dispraxia, agnosia...
- Alteraciones de organización temporal y espacial: dificultades para recordar secuencias de eventos, como la secuencia de los días de la semana o las operaciones matemáticas en el orden correcto
Es imprescindible realizar acciones de prevención a través de la potenciación del desarrollo de los aprendizajes perceptivos y motrices que van a constituir la base de futuros aprendizajes. Esto se debe a que se consideran el desarrollo sensorial y el motor las bases fundamentales del neurodesarrollo del niño.
Además, estudios recientes muestran cómo un buen desarrollo emocional por parte de los docentes resulta imprescindible, tanto por su propio bienestar personal, como para que puedan llevar a cabo su labor docente de forma efectiva (Sutton, 2003). La inteligencia emocional de los profesores afecta a los procesos de aprendizaje, a la salud mental y física, a la calidad de las relaciones sociales y al rendimiento académico y laboral (Brackett y Caruso, 2007).
Por ende, entendemos que el cerebro es nuestro órgano de aprendizaje y el sustrato necesario son: los estímulos, las situaciones de aprendizaje, las conductas y las emociones.
Texto escrito por Anabel Quesada.