Conoce la posmodernidad educativa
Durante los últimos años, el término posmodernidad se ha utilizado hasta el exceso. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, quien lo usa y quien lo escucha no sabe muy bien qué significa. Y es que, hasta la fecha, muchos son los debates que se han generado en torno a qué es lo posmoderno. Lo cierto es que, a finales del siglo XX, la disgregación de los valores, la crisis de los grandes relatos históricos como forma de entender el mundo y la frenética mercantilización de la cultura generaron una nueva forma de pensar nuestra realidad, configurando así la condición posmoderna.
En la nueva sociedad del consumo y la información, del auge de las nuevas tecnologías y el pragmatismo radical, la educación se ve en la obligación de replantearse a sí misma y de adecuarse a las exigencias del nuevo escenario social. Así, este volver a pensarse de la escuela deberá cuestionarse cuál es el tipo de ciudadano y sociedad que propicia este paradigma y cómo afectan los valores posmodernos a su función social y educativa.
Lo posmoderno
A partir de 1970, muchos de los discursos de la modernidad que habían constituido nuestra sociedad se pusieron en tela de juicio. El valor de la razón como verdad, la preeminencia de lo social sobre lo individual, la idea de progreso o el proyecto de un Estado del Bienestar, se cuestionan como principios absolutos. En definitiva, cualquier relato moderno al que agarrarse para entender nuestro mundo fracasa, desde la religión hasta el nacionalismo, nada de eso parece ya tener mucho sentido. El sujeto posmoderno ya no reconoce una verdad absoluta, sino que reconoce la verdad como algo subjetivo y, por tanto, relativo.
Desde esta perspectiva, la cultura de consumo y las nuevas tecnologías de la comunicación han priorizado el individualismo, lo fragmentario, la multiplicidad de perspectivas y la diversidad, frente a esa visión moderna de una sociedad más homogénea y cohesionada.
Ante este replanteamiento de nuestra visión del mundo, la opción de generar un único horizonte de sentido para entender la realidad es imposible. El relativismo que nutre nuestra forma de entender la realidad influye en la manera que producimos y entendemos el conocimiento, los valores o las competencias que necesitan adquirir nuestros alumnos. Por este motivo, la escuela también se ha visto obligada a preguntarse a sí misma ¿Para qué educar?
De lo posmoderno a la educación
Quizás uno de los cambios más representativos que ha sufrido la educación a raíz del posmodernismo es la concepción del conocimiento. La velocidad característica de nuestra época contribuye a que el saber, el conocimiento y la información se vuelvan efímeros y fugaces. El asombroso avance de la ciencia y la tecnología provoca que la creación de conocimiento y de información ocurra de manera vertiginosa. De este modo, el conocimiento y la información se configuran dentro de un estado de provisionalidad. Ambos se vuelven obsoletos y efímeros a medida que Internet, la tecnología y los medios de comunicación producen y generan nuevos saberes continuamente. Por ello, progresivamente, el conocimiento perdió su papel central en la escuela para sustituirse por otras habilidades o competencias. De hecho, hoy en día, en cuántas ocasiones hemos oído esa jerga educativa que desvaloriza los contenidos al calificarlos como simple memorización sin significado.
Otro de los cambios fundamentales se ha producido en este traspaso de lo colectivo como sentido último a lo individual. Este enfoque individualista del sujeto social, como todo, tiene sus luces y sombras. Esta pérdida de una verdad universal y la consecuente legitimación de la diversidad de perspectivas ha promovido el reconocimiento de la diversidad y la escucha de una amplia variedad de voces que provienen de diferentes culturas, subculturas, grupos sociales minoritarios y personas individuales, en lugar de favorecer una única voz, un único relato o una historia universal única. Sin embargo, el desafío (y la problemática) radica en organizar y dar estructura a la abundancia de conocimientos, información, estilos de vida, opiniones y estímulos.
Otros cambios del posmodernismo
Por ello, es importante señalar que esta sobredosis de información fragmentaria, no necesariamente se traduce en un mayor enriquecimiento de perspectivas y criterios de análisis, ni contribuye a la formación de una cultura más rica y plural, sino que puede llevar a una mayor confusión y perplejidad, simplemente acumulando perspectivas sin organizar en esquemas de pensamiento.
Por último, otro de los cambios que ha sufrido el paradigma educativo es la sustitución del ideal humanista por el ideal tecnológico y economicista. En esta sociedad del pragmatismo radical, disciplinas como el arte o las humanidades se vieron arrinconadas por los preceptos de la utilidad y la funcionalidad. A las disciplinas humanísticas se les increpa constantemente su falta de rentabilidad económica y se ven en la obligación de contestar una y otra vez para qué sirve la filosofía, el arte o la literatura, sin que a nadie parezca convencerle demasiado la respuesta.
Ante la situación de una sociedad mecanizada, mercantilizada y globalizada, la educación tiene la responsabilidad de construir ciudadanos éticos y responsables capaces de responder a los nuevos desafíos sociales. Hasta el momento, la educación ha respondido a las complejidades de esta época, incluyendo una mayor visibilidad de la diversidad, enfocándose en la construcción social del conocimiento, reconociendo la importancia de la experiencia y la subjetividad e incorporando las nuevas tecnologías en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, no debemos olvidar que son muchas las preguntas que generan espacios de reflexión y son muchas las preguntas aún por plantear.
Texto escrito por María Mercedes Pérez González.