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Cadenas globales de cuidados: hilos que sostienen vidas

Cadenas globales de cuidados

Beatriz Hernandez

Jue, 31/07/2025 - 12:05

En un mundo cada vez más globalizado, millones de mujeres dejan sus hogares para ocuparse del cuidado de menores, adultos mayores y hogares de otras personas. Esta silenciosa red de trabajo sostiene la vida cotidiana de muchas familias, pero también revela profundas desigualdades sociales, económicas y de género. En este post te hablo de las cadenas globales de cuidados que cruzan fronteras y derechos.

¿Qué son las cadenas globales de cuidados?

El término fue acuñado por la socióloga Arlie Hochschild y describe cómo mujeres migrantes cubren la demanda de cuidados en países más ricos, a menudo dejando sus propias familias al cuidado de otras mujeres.

Este fenómeno reproduce una división sustentada masculina – femenina del trabajo reproductivo. El trabajo principal recae en mujeres – invisibilizadas y poco remuneradas- tanto en origen como en destino.

El contexto global

El origen de estas cadenas se encuentra en una combinación de factores estructurales:

  • Desigualdad económica global: la falta de oportunidades laborales dignas en países en desarrollo empuja a muchas mujeres a migrar para sostener a sus familias.
  • Crisis del cuidado en los países desarrollados: el envejecimiento poblacional, la incorporación de mujeres al mercado laboral y la escasa inversión estatal en servicios públicos de cuidados han generado una "crisis del cuidado" en países receptores.
  • Feminización de la migración: las mujeres son mayoría en los flujos migratorios vinculados al trabajo doméstico y de cuidados, lo que implica una reorganización global del trabajo reproductivo.

Este contexto produce una "transferencia de cuidados": cuando una mujer migra para cuidar a otra familia, suele dejar atrás a su propia familia, generando una cadena en la que otra mujer —a menudo aún más vulnerable— debe ocuparse de sus responsabilidades en su país de origen.

División sexual y racial del trabajo

Las cadenas globales de cuidados también están atravesadas por la intersección entre género, clase y raza. El trabajo de cuidados, históricamente desvalorizado y considerado una extensión natural de la feminidad, es también racializado. En muchas sociedades, son mujeres racializadas —afrodescendientes, indígenas, asiáticas o latinoamericanas— quienes ocupan estos puestos, replicando patrones coloniales y jerarquías históricas.

Además, existe una estratificación global del cuidado:

  • En la cúspide se encuentran las mujeres profesionales que pueden externalizar completamente estas tareas.
  • En niveles intermedios, mujeres trabajadoras que dependen de otras mujeres (muchas veces migrantes) para compatibilizar trabajo y familia.
  • En la base, las mujeres migrantes que se ven obligadas a abandonar sus hogares para cuidar los de otras personas.

Impacto de las cadenas globales de cuidados

La participación en las cadenas globales de cuidados tiene múltiples efectos:

  • Consecuencias emocionales y familiares

Las mujeres migrantes enfrentan desafíos emocionales profundos al dejar a sus hijos e hijas en manos de otras personas. Se habla de una "orfandad social": niñas y niños que crecen sin la presencia de sus madres. Estas mujeres cuidan profesionalmente en el extranjero, mientras delegan (si pueden) el cuidado de sus propios hijos a familiares, vecinas o incluso hermanas menores.

  • Condiciones laborales precarias

El trabajo de cuidados migrante es uno de los más vulnerables del mundo:

  • Falta de contratos formales.
  • Jornadas extenuantes.
  • Inseguridad jurídica (situación administrativa irregular).
  • Violencia y acoso.
  • Ausencia de derechos laborales básicos, como vacaciones, permisos por maternidad o protección social.
  • Empoderamiento y tensiones

No todo es exclusivamente negativo. Para muchas mujeres, migrar les permite acceder a ingresos más altos, enviar remesas y tener mayor autonomía económica. Sin embargo, este empoderamiento suele ser limitado por las condiciones estructurales que enfrentan, y no siempre se traduce en un cambio en las relaciones de poder en sus hogares o comunidades.

  • Repercusiones en los países de origen y destino

En los países receptores: los países desarrollados han externalizado la resolución de su crisis de cuidados a través de la migración. Esto ha permitido mantener modelos económicos centrados en la productividad sin invertir en sistemas públicos de cuidado. Pero también ha creado nuevas desigualdades internas entre mujeres locales y migrantes, ya que unas pueden acceder al mercado laboral gracias al trabajo de las otras.

En los países de origen: la migración de mujeres para cuidar en el extranjero puede provocar:

  • Desintegración familiar.
  • Feminización de la pobreza: cuando no hay acceso a servicios adecuados para los hijos e hijas que quedan atrás.
  • Dependencia económica de las remesas, sin desarrollo local sostenido.
  • Fuga de fuerza de trabajo reproductiva, lo cual debilita los sistemas de cuidados ya precarios en los países de origen.

Hacia una justicia global del cuidado

Para enfrentar las injusticias de las cadenas globales de cuidados, se requieren políticas públicas nacionales e internacionales que:

  • Reconozcan el cuidado como un derecho y un trabajo esencial.
  • Garanticen derechos laborales plenos para las trabajadoras migrantes: regularización, salarios dignos, acceso a la seguridad social.
  • Promuevan sistemas públicos y universales de cuidados, que permitan a las personas —especialmente mujeres— compatibilizar empleo y vida familiar sin depender de otras mujeres en condiciones precarias.
  • Fomenten acuerdos internacionales que regulen el trabajo de cuidados transnacional y protejan a las trabajadoras en ambos extremos de la cadena.

Asimismo, es necesario un cambio cultural que revalorice el cuidado como una responsabilidad compartida entre hombres y mujeres, familias, comunidades, Estado y mercado.

Reconocer, redistribuir y revalorizar el trabajo de cuidados es fundamental para avanzar hacia una sociedad más justa. Las cadenas globales de cuidados no deben mantenerse en la invisibilidad ni sostenerse en la desigualdad: deben ser el punto de partida para transformar la manera en que entendemos el bienestar, la interdependencia y la justicia social.

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