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Una clase dividida: experimento contra el racismo

Experimento
Gloria Piñero

Gloria Piñero

Vie, 29/12/2023 - 11:27

El racismo en el entorno educativo supone un gran problema tanto dentro como fuera del centro. El desconocimiento y la falta de tolerancia llevan a situaciones de hostilidad, discriminación y aislamiento del alumno al que consideran "diferente". Y es que, ¿acaso no somos todos diferentes de alguna forma?

El experimento de Jane Elliot

Esto mismo fue lo que pensó la educadora Jane Elliot. Natural de Iowa, Estados Unidos, dedicó su vida a la docencia y al activismo por la igualdad en las aulas. A día de hoy, es altamente reconocida entre la comunidad docente y en el ámbito de la psicología. Esto se debe al experimento que puso en marcha con un grupo de alumnos de lo que sería el equivalente a primer o segundo curso de primaria en España.

Era el año 1968, y Martin Luther King acababa de ser asesinado, lo que suponía una amenaza para los derechos de las personas de color en el país; aquellos derechos por los que tanto habían luchado. Los alumnos preguntaron a qué se debía su muerte, incentivo suficiente para hacer que la educadora les diera una lección que recordarían toda su vida.

Con los padres de los alumnos en una habitación anexa, pero sin poder ser vistos por estos, Elliot les lanzó una pregunta: ¿qué opináis sobre los niños de otras etnias? Automáticamente, recibió una respuesta cargada de prejuicios. 

La docente aprovechó esto para hacerles una revelación a los niños. "Os voy a contar una gran verdad, pues como ya tenéis siete años, debéis saberla. Vosotros también sois diferentes, así que vamos a dividir la clase en dos partes. Los niños de ojos azules, como yo, son más inteligentes, así que van a tener más horas de recreo y ejercicios más sencillos porque se lo merecen todo". Así pues, los niños de ojos claros tendrían todos los días cinco minutos más de recreo, doble ración de comida y podrían beber agua con normalidad, mientras que los de ojos marrones tendrían que usar vasos de cartón con sus nombres, no podrían usar los juegos del patio y no deberían juntarse con los otros niños.

En ese momento, los niños comenzaron a ver a sus compañeros de forma distinta. A los niños de ojos marrones se les colocó una cinta en el brazo para que todos supiesen que son diferentes, inferiores. Ese mismo día ya hubo enfrentamientos entre los niños de ojos azules, que golpearon a los de ojos marrones. Además, los niños de ojos azules aumentaron su rendimiento, mientras que el de los niños de ojos marrones disminuyó.

¿Y si fuera a la inversa?

La semana siguiente llegó, y Elliot volvió a reunir a sus alumnos para contarles algo. "Os mentí, los niños de ojos azules son más tontos. Tuve que deciros lo contrario para que cogieran un poco de ánimo". Entonces, los niños de ojos marrones recibieron los privilegios que el día anterior tuvieron los de ojos azules, y estos fueron tratados de la misma forma discriminatoria que los niños de ojos marrones el día anterior. También se les colocó una cinta en el brazo para hacer distinciones.

El resultado fue el mismo, pero a la inversa: los niños de ojos marrones resolvían las tareas más rápidamente, y también hubo conflictos con los niños de ojos azules.

Cuando los alumnos se enteraron de que habían sido objeto de experimento, y que lo que acababan de vivir no era real, comenzaron a reflexionar sobre el problema que el odio injustificado supone en la sociedad, y es entonces cuando lo entendieron todo a pesar de su corta edad.

El experimento fue difundido por Associated Press, y todo el país se hizo eco de lo que la docente había hecho. Mientras algunos la criticaban, otros la buscaban para programas de debate y la veían como una figura heroica. Incluso los mismos niños que participaron en el estudio, expresaron ya como adultos su gratitud hacia ella, alegando que sus vidas experimentaron mejoras significativas tras cuestionar y reconsiderar sus prejuicios.

Lo que nos queda claro, es que esta es una demostración eficaz de la influencia que tienen los docentes en la vida de los alumnos, pudiendo incluso inculcarle unos valores distintos a los que estos creían los correctos. No solo esto, sino que el experimento nos invita a reflexionar sobre la discriminación, la forma de relacionarnos en grupo y la intolerancia que encontramos en el mundo.

Aún nos queda un largo camino por recorrer, pero reconociendo los fallos en nuestra sociedad podremos afrontar los retos de la educación actual y colaborar juntos para la creación de un mañana donde nadie se vea excluido por motivos de etnia, género u orientación sexual. 

 

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