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Habilidades para la vida, la base de cualquier educación: La escucha activa

Escucha activa
Red Educa

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Mié, 22/05/2024 - 13:28

Antes de abordar dicho artículo y centrarnos en una de las habilidades para la vida, la escucha activa, resulta necesario conocer qué son estas habilidades. En palabras de Giráldez y Sue (2017) y de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (1997), las habilidades para la vida son “el conjunto de capacidades que nos permiten gestionar adecuadamente las oportunidades y desafíos que se nos presentan cada día, ya sea en la escuela, el trabajo o en nuestra vida personal” (p. 5). Es decir, son aquellas destrezas psicosociales que nos permiten resolver las tareas que se nos presentan en el día a día y salir victoriosos de las mismas.

¿Qué son realmente las habilidades para la vida?

Autores como Lippman et al. (2015) definen estas habilidades como aquellas competencias, actitudes o cualidades que tenemos las personas a nivel individual y que nos permiten progresar diariamente de forma correcta en nuestro entorno próximo. Partiendo de dicha definición podríamos englobar gran cantidad de habilidades, lo cual continúa generando debates en torno a cuáles son las más adecuadas.

Es por esta razón que, teniendo en cuenta las múltiples definiciones que existen sobre estas, podríamos decir que las habilidades para la vida son aquellas destrezas que nos permiten a las personas actuar y ser competentes en la vida, tanto a nivel personal como colectivo. Partiendo de dicha definición y la importancia de la misma, resulta necesario vincularlo y tenerlo presente en el mundo educativo desde las primeras edades, pues son estas en las que se comienzan a establecer las bases y a formar como futuras personas integradas en la sociedad.

En 1997 la Organización Mundial de la Salud (OMS) detalló una serie de habilidades, destacando diez: la gestión del estrés, la empatía, la toma de decisiones, la resolución de problemas, el pensamiento creativo, el pensamiento crítico, la comunicación eficaz, las habilidades interpersonales, la gestión de las emociones y la autoconciencia. Desde entonces hemos podido ver cómo continúan ampliándose estas habilidades, pues, como se ha mencionado anteriormente, abarcan un gran abanico de posibilidades.

Por esta razón, en dicho artículo se abordará una habilidad esencial en la vida de las personas, y más aún en los futuros maestros y maestras capaces de formar seres respetuosos con el entorno que les rodea: la escucha activa; puesto que es un pilar fundamental que todos debemos poseer, saber escuchar aquello que nos rodea. Hernández y Lesmes (2018) definen que la escucha activa consiste en “una forma de comunicación que transmite ideas claras sin irrumpir al receptor” (p. 84).

Además, dicha habilidad nos permite trabajar en gran medida diferentes múltiples inteligencias, destacando, entre ellas, la inteligencia interpersonal, la cual se basa en la capacidad que tenemos las personas para relacionarnos entre nosotros o de ser empáticos, aspectos fundamentales para que la escucha activa sea adecuada y seamos personas verdaderamente empáticas con los que nos rodean, siendo esta un pilar fundamental en la sociedad actual y la cual no está lo suficientemente presente en el entorno. Así pues, basándonos en la Real Academia Española (2001), entendemos la empatía como el “sentimiento de identificación con algo o alguien” o la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos” que tenemos las personas.

Pasamos, pues, a destacar la importancia que tiene el trabajar esta habilidad para la vida en la sociedad actual en la que estamos inmersos, y sobre todo como futuros (o presentes) docentes del siglo XXI.

La escucha activa en el aula

Robertson (1994) expone que “todos pensamos que escuchar es importante, pero ¿cuántos de nosotros lo hacemos bien?” (p. 2). De acuerdo con el autor y partiendo de esta idea, resulta fundamental comenzar a trabajar la escucha activa desde edades tempranas, ya que el aula se presta a ser uno de los espacios donde fomentar de manera eficaz y efectiva esta habilidad, que es fundamental para la vida.

En relación a ellas, se destacan dos habilidades comunicativas que influyen en el desarrollo óptimo del alumnado: hablar y escuchar. Mora (2016) refiere que estas habilidades son esenciales “para poder interactuar y valorar la experiencia del otro. Se rescatan las habilidades que conllevan a establecer un mejor contacto humano” (p. 78).

Partimos de que las personas necesitan del contacto y de la relación con sus iguales para conseguir ese crecimiento vital y personal que contribuye al desarrollo de la identidad de uno mismo. Por ende, tanto el habla como la escucha son factores imprescindibles que tienen que ser trabajados a nivel individual y colectivo; de manera que con el paso del tiempo se vean beneficiados de forma positiva los estudiantes.

A día de hoy y a nivel general surgen dos interrogantes: oír y escuchar, asociándoles el mismo significado. Estos aparecen de forma implícita en los centros educativos y fuera de ellos. Sin embargo, hay grandes diferencias entre estos:

Oír es un fenómeno que pertenece al orden fisiológico, dentro del territorio de las sensaciones. Oír es sencillamente percibir las vibraciones del sonido. Es recibir los datos suministrados por el emisor. En cambio, escuchar es la capacidad de captar, atender e interpretar los mensajes verbales y otras expresiones como el lenguaje corporal y el tono de la voz. (Ortiz, 2007, p. 9)

Así pues, estos dos conceptos deben ser enseñados en la escuela, atendiendo a prácticas educativas que muestren la diferencia entre ambos y que transfieran los conocimientos necesarios para realizar un uso adecuado de ellos, dependiendo de la situación en la que nos encontremos.

Además, el docente tiene un papel primordial en la enseñanza de esta u otras habilidades. No obstante, y haciendo hincapié en la escucha activa, el maestro o maestra debe tener en cuenta los intereses del alumnado, llevándoles a atender de manera más exhaustiva los conocimientos que se impartan.

También debemos hacer partícipes a los estudiantes en su proceso de enseñanza-aprendizaje, donde el diálogo se convierta en la base para empezar a asentar y promover la escucha activa, poniéndola en práctica en el aula y siendo trasladada al mundo exterior.

Para concluir, Goleman (1999) identificó el arte de saber escuchar como una de las principales habilidades de las personas con altos niveles de inteligencia emocional. La considera como la primera de las aptitudes que determinan el manejo de las relaciones, lo que posibilita comprender a los demás, en lo que se incluye percibir sentimientos y perspectivas ajenas e interesarse activamente por sus preocupaciones.

Si atendemos a lo expuesto anteriormente y nos capacitamos como docentes realmente comprometidos con el cambio educativo y la correcta formación de futuros adultos, será la escucha activa una de las habilidades básicas en las aulas y, por ende, en la vida.  Así pues, desde ámbitos como son, por ejemplo, la música, podemos captar la motivación e interés necesarios para trabajar esta habilidad (y unidas a ella las restantes). Por esta razón, abordaré brevemente la relación entre esta habilidad y el ámbito musical.

La escucha activa en el ámbito musical

Dentro del ámbito musical, la escucha activa es uno de los pilares fundamentales, hasta tal punto que sin ella quedaría incompleta. En el desarrollo infantil, se trabaja como primer contacto con la música, ya que mejora la concentración, fomenta la discriminación del timbre, así como del ritmo, la comprensión y la atención. Además, los niños y niñas se van habituando a prestar atención a lo que escuchan, analizando y discriminando de forma activa los diferentes sonidos.

La escucha debe ser, en contraposición a la educación tradicional, activa; a través de la cual los educandos aprendan más a través de la práctica que de la teórica. Por ello, es importante trabajar la formación del oído musical desde el ámbito global añadiendo progresivamente canciones, audiciones de obras musicales y actividades de discriminación o de percepción.

Autores como Willems (1979) afirman que las primeras manifestaciones musicales del niño no pertenecen al campo de la pedagogía musical, sino a la educación en general que reciben estos en el entorno familiar. Por esta razón, desde las primeras etapas educativas pertenecientes a la educación infantil se puede empezar a trabar de manera más formal el trabajo de preparación musical, partiendo del sonido como eje principal y seguido del ritmo, asociándolo después a movimientos corporales.

Como explica este autor, el sonido se empieza a trabajar desde edades tempranas para fomentar la escucha activa en las personas. Por esta razón, el ámbito musical es la base desde la cual parte el proceso de enseñanza-aprendizaje de la música, ya que se pueden empezar a añadir diferentes competencias musicales de forma global como el ritmo, la intensidad, la percusión corporal o la instrumentación, entre otras.

Según Willems (2001), la preparación auditiva del niño y el desarrollo del oído comprensivo tienen gran importancia, ya que permite el acercamiento a toda clase de elementos musicales sonoros. Así pues, y en relación a la escucha activa, es importante destacar que el don auditivo es un conjunto de fenómenos muy complejos que requiere la participación de tres campos diferentes: la sensorialidad auditiva, la sensibilidad afectivo-auditiva y la inteligencia auditiva.

Por lo tanto, concluimos afirmando que es muy importante trabajar de forma correcta la audición en las personas desde las primeras edades para desarrollar su oído, ya sea a nivel musical o más general en edades más avanzadas. La escucha activa cuenta pues con diferentes beneficios relacionados con la música, entre ellos: permite comprender determinadas audiciones, fomentar la atención y concentración en lo que estamos escuchando, potenciar la imaginación y entender las melodías y sonidos.

Antes de terminar dicho artículo, me gustaría plantearles una reflexión: en pleno siglo XXI, en el que tanta importancia damos a este tipo de habilidades, gran parte de las veces perseguimos la felicidad basándonos en cosas materiales, sin pararnos a reflexionar sobre aquellas que tienen más importancia en nuestras vidas y nos aportan, por ejemplo, más emociones positivas, vinculándolas a su vez con las relaciones sociales que establecemos. Por lo tanto, considero que desde las aulas debemos potenciar este tipo de capacidades, aptitudes o cualidades que nos permiten a las personas destacar por lo que realmente somos y no por lo que tenemos a nuestro alcance (me refiero, pues, a lo material).

Ahora les planteo unas preguntas para que ustedes mismos reflexionen: ¿qué fines o aspectos continúan persiguiendo muchas escuelas en la actualidad? Parémonos entonces a pensar en qué queremos conseguir desde nuestras aulas.

Texto escrito por Noelia Martín Sacristán

Giráldez, A. y Sue, E. (2017). Habilidades para la vida. Aprender a ser y aprender a convivir en la escuela. España: SM.

Goleman, D. (1999). La Inteligencia Emocional en la Empresa. Editorial Vergara, Barcelona.

Hernández, K. A. y Lesmes, A. K. (2018). La escucha activa como elemento necesario para el diálogo. Revista Convicciones5(9), 83-87.

Lippman, L. et al. (2015). Workforce connections. Key “soft skills” that foster youth workforce success: toward a consensus cross fields. Estado Unidos, Child Trends, Inc. Recuperado de https://www.childtrends.org/wp-content/uploads/2015/06/2015-24WFC-SoftSkills1.pdf

Mora, O. (2016). Conocimientos, habilidades y actitudes de los docentes constructores de paz. Mundo Fesc 11, 72-79.

Organización Mundial de la Salud. 1997. Guidelines: Life Skills Education Curricula for Schools. Ginebra, Suiza.

Ortiz, C (Ed.) (2007). Aprende a escuchar: Cómo desarrollar la capacidad de la escucha activa. USA: Editorial Lulu.

Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (23.a ed.). Consultado en https://www.rae.es/

Robertson, A. (1994). Saber escuchar. Guía para tener éxito en los negocios. Editorial IRWIN, Madrid.

Willems, E. (2001). El oído musical. La preparación auditiva del niño. Barcelona: Paidós.

Willems, E. (1979). Las bases psicológicas de la educación musical. Buenos Aires: Eudeba.

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