Cursos homologados para oposiciones

Educar en Llamas - Entrevista a Luis López Murria

Entrevista Luis López Murria
Morayma Estrada

Morayma Estrada

Lun, 26/05/2025 - 08:55

Luis López Murria, autor del libro Educar en llamas, reflexiona en esta entrevista sobre los retos emocionales, sociales y educativos que enfrentan niños y adolescentes en la actualidad. Desmonta la idea de que vivimos una "generación de cristal" y plantea que los jóvenes de hoy muestran una notable capacidad de adaptación ante un contexto incierto y cambiante. A lo largo de la conversación, aborda temas como la gestión emocional en las aulas, la transformación del rol docente, el uso de tecnología como distracción, el impacto de las redes sociales, y la importancia de modelar comportamientos saludables desde casa. Con un enfoque honesto y empático, subraya la necesidad de un modelo educativo más humano, donde acompañar y no castigar sea el camino hacia una verdadera educación emocional.

¿Estamos creando a la generación más frágil de la historia?

Pues la verdad es que sinceramente yo con este tema soy bastante positivo y pienso que para nada estamos creando la generación más frágil de la historia. Creo que las generaciones siempre tienden a pensar que las nuevas generaciones que vienen por detrás son un poquito más flojillas, un poquito peor, ¿no? Yo siempre pongo el ejemplo de la música.

Mi abuelo le decía a mi padre: "La música que escuchas es horrible." Mi padre me decía a mí: "La música que escuchas tú es horrible, nadie la puede escuchar." Y yo pienso que los adolescentes de ahora escuchan una música horrible, la verdad. Entonces, siempre pienso que esto se va perpetuando y que pensamos un poco que las generaciones como que son un poco más flojitas, ¿no? También he escuchado: "En mi época nos aprendíamos los reyes visigodos de la A a la Z y todos nos sabíamos los ríos de España, y vosotros no aprendéis nada." Eso como que se va perpetuando.

Creo que el contexto en el que viven los adolescentes ahora es muy diferente al que nosotros hemos vivido y que además va cambiando a un ritmo increíble que a veces nos pilla siempre como un poco tarde. Tienen pantallas, redes sociales, una sociedad completamente inestable, lo vemos todos los días en el telediario. No sabemos cómo vamos a estar mañana. Es muy difícil estructurar un proyecto de futuro. Vivimos en una sociedad inmediata en la que cada vez nos cuesta más gestionar los tiempos de espera. Y yo pienso que esto es una cosa que, sin comerlo ni beberlo, porque es lo que se han encontrado, esta generación está aprendiendo a lidiar con esto. Son situaciones nuevas: han vivido una pandemia, una crisis económica, vemos situaciones de violencia verbal y física a lo largo del día en muchos escenarios.

Y creo que esta misma inestabilidad o esta sociedad que se encuentran es una oportunidad de aprendizaje. En muchas ocasiones estas nuevas generaciones tienen una capacidad de adaptarse y de ser más flexibles a todos estos nuevos entornos. No tienen miedo de emprender nuevos proyectos. Es una generación que no es como la de nuestros padres, que entraban a trabajar a los 21 o 22 años en una empresa y se jubilaban en la misma empresa. Es una generación más consciente de la necesidad de poder expresarse a nivel emocional, y nosotros como adultos referentes debemos acompañarlos. Y pienso que esto no es una debilidad, sino una fortaleza.

Tienen una mentalidad más global, están más conectados con el mundo. Las debilidades que puedan tener como generación pueden ser la gestión de la frustración, la adicción a la tecnología, la falta de paciencia durante los periodos de espera, que pienso que no son problemáticas exclusivas de los adolescentes. Creo que es un problema a nivel social, todos nos enfrentamos a las mismas situaciones.

¿Se enseña en el aula a gestionar las emociones?

El sistema educativo tradicional estaba centrado en que un profesor llegaba al aula y transmitía conocimiento. Pero esto cada vez ha ido perdiendo más peso. Poco a poco observamos avances en ciertos contextos en los que se intenta favorecer la inclusión emocional, sobre todo la del alumnado más vulnerable. Incluso a nivel normativo, en los currículos educativos cada vez se introduce más la figura del tutor y se tiene en cuenta dentro del aula aprender a expresarnos a nivel emocional, hacer círculos de diálogo, justicia restaurativa.

Pero luego pienso —y a lo mejor me meto en un charco diciendo esto— que la realidad a veces es otra, y es que lo que más dificulta la inclusión emocional en las aulas son los excesos de ratios. En España tenemos entre 25 y 30 alumnos en secundaria, una de las ratios más altas de Europa. Siempre se habla de la falta de formación del profesorado, pero aunque la tengas, muchas veces lo que no tienes es tiempo para atender a tanta diversidad, vulnerabilidad y necesidades en una clase con 25 adolescentes. Los centros educativos siguen siendo un factor de protección, pero cada vez los docentes nos enfrentamos a más realidades diferentes, a más historias difíciles, tanto de vulnerabilidad social como de problemas de salud mental.

¿Qué herramientas podría tener un docente para educar en emociones dentro del aula?

Existen muchas herramientas. Los docentes cada vez están más formados y cambian algunas estrategias. Antes lo más usual era echarte de clase, no implicarte. Cuando te portabas mal, lo más fácil era quitarte de encima. Hoy tenemos bibliografía, información, libros, manuales, y aplicamos estrategias emocionales dentro del aula como el refuerzo positivo, aplicar valores de colaboración y escucha activa. Escuchar a nuestros alumnos y aplicar estas nuevas estrategias emocionales es necesario para profesores y alumnado.

Cambiar ese castigo por un acompañamiento

Ha habido un cambio de paradigma. Estudios científicos demuestran que los castigos punitivos no funcionan ni en casa ni en las aulas. El cambio de mirada ha sido pasar de penalizar el comportamiento inadecuado a reforzar los comportamientos adecuados o positivos. Una frase que me gusta mucho sobre el castigo dice: “¿A quién se le ha ocurrido la absurda idea de que para que un niño se porte bien primero tiene que sentirse mal?” Me gusta también hablar de consecuencias lógicas y naturales. Las consecuencias naturales, por ejemplo: si se te ha roto el móvil, te has quedado sin móvil. Si has tirado el mando de la consola por la ventana, pues te has quedado sin mando. Las consecuencias lógicas también se han ido instaurando en las aulas y en las familias: si te pasas de tiempo con el móvil, mañana lo usas menos.

No tiene sentido que si un niño se pasa de tiempo con el móvil, se quede sin ir a natación. Eso no es una consecuencia lógica. Educar sin castigos supone más tiempo y esfuerzo. Escuchamos mucho a educadores autoritarios decir que hoy los niños pueden hacer todo, pero yo creo que sí se puede cambiar la mirada del castigo por otras metodologías, manteniendo límites y normas.

¿Qué modelo educativo crees que hay en los grupos de whatsapp de padres o alumnos?

Por suerte, no estoy en grupos de WhatsApp de padres, pero lo que escucho es que son grupos muy reactivos, donde se cuestiona todo lo que hace el profesor. Creo que son espacios poco reflexivos y con padres sobreimplicados que quieren decidir todo lo que pasa en la escuela, cuando a veces lo que debemos hacer es confiar en el profesional que está dentro del aula.

¿Qué piensas que refleja la tendencia de los hijos a imitar a sus padres en su comportamiento?

Los niños aprenden por imitación. Lo que se aprende en casa, sobre todo, son valores y creencias. Si en casa se promueve la empatía y el diálogo, es más probable que los hijos resuelvan conflictos de esa forma. Si en casa todo se resuelve a gritos, es probable que el niño haga lo mismo fuera. En mi generación éramos evitativos; hablar de sentimientos era casi un síntoma de debilidad. No estábamos acostumbrados a hablar en casa de lo que sentíamos. Hemos aprendido a evitar el conflicto porque es lo que hemos aprendido en casa. Y ahora hemos acabado aprendiendo el manejo de las emociones, la comunicación, esfuerzo, disciplina, autoconcepto, autoestima.

¿Cómo podemos educar cuando tenemos un "día de furia"?

Todos tenemos días de furia, también los docentes. Yo mismo, a pesar de saber las teorías, a veces pego un grito. A veces el grito es terapéutico para nosotros, para calmarnos en una situación desbordante. Cuando eso pasa, hay que esperar a estar tranquilo y reflexionar sobre nuestras acciones, ver qué se puede mejorar.

Cuando damos clase en salud mental lo vivimos: tú haces una actividad, no funciona como esperabas, y te frustrasEducar es ir probando cosas nuevas a ver cuál funciona. Cada niño o niña, o cada adolescente necesita un traje a medida, algo que hablamos en Educar en Llamas, y ese traje a medida se va conformando con el tiempo. Entonces, muchas veces es ensayo y error y aprender de nuestros propios errores

¿Piensas que hoy en día se recurre a la tecnología como una forma de tranquilizar o distraer a los niños?

Educar es exigente. Cuando estamos en un restaurante y damos un móvil a un niño es la solución rápida para poder comer tranquilos. Pero hay otras soluciones: llevar juguetes, atenderle si llora, aunque no comas tranquilo. Dar el móvil con tanta facilidad no es la opción más adecuada. Es como cuando nuestros abuelos daban vino o cigarrillos a los niños, y ahora lo vemos como una locura. Quizás en 10 o 15 años digamos: “¿Te acuerdas cuando dábamos un móvil a un niño?”

¿Cómo afectará emocionalmente a los niños de hoy el abuso de la tecnología a largo plazo?

Cada vez hay más estudios que muestran los efectos. En España, la media de uso del móvil al día son 4 horas. Es casi una jornada laboral a la semana. Se produce una desconexión de la realidad, un entretenimiento superficial sin desarrollo intelectual. Se pierden oportunidades de interacción social, de hablar, jugar, llorar, gritar. El uso excesivo del móvil a edades tempranas tiene un impacto negativo: pérdida de atención, capacidad de concentración, aislamiento. Esto, de algún momento a otro, nos acabará pasando factura.

¿Qué tipos de malestares o conflictos crees que afectan hoy en día a niños y adolescentes?

La inestabilidad en la que viven cada día, la incapacidad de relacionarse como les gustaría por estar pendientes del teléfono. También les puede inquietar la falta de referentes adultos comunicativos —todo eso influye. Muchas familias son cada vez más individualistas. Las redes sociales también generan muchas expectativas sobre cómo vivir, cómo ser exitoso, y eso puede crear frustración cuando están lejos de cumplirlo.

Categorizado en: